Época: Aragón Baja Edad Media
Inicio: Año 1279
Fin: Año 1476

Antecedente:
El desarrollo mercantil de Aragón

(C) Josep M. Salrach



Comentario

El sistema monetario, genuinamente feudal, en que cada condado y obispado tenía moneda propia, evolucionó hacia la simplificación o reducción de tipos durante los siglos XII y XIII. A partir de entonces predominó en casi toda Cataluña la moneda barcelonesa y en Aragón y parte de la Cataluña Nueva (tierras de Tortosa y Lérida) la moneda jaquesa. Como en época carolingia, en la Corona se utilizaban monedas de cuenta (libras y sueldos) y monedas circulantes (dinero). La libra equivalía a 20 sueldos y el sueldo a 12 dineros, pero el dinero, que en la buena época carolingia era de plata pura, fue perdiendo valor durante los siglos XI y XII a base de reducciones de peso e incremento de cobre en la aleación. A finales del siglo XII y principios del XIII las acuñaciones barcelonesas y jaquesas eran de dinero cuaternal (de ley de 4 dineros de plata sobre 12, es decir, piezas de 1/3 de plata), llegándose con Jaime I a la forma más devaluada: la acuñación (1221) de dineros de doblenc (de ley de 2 dineros, es decir, piezas de 1/6 de plata). Estas monedas fueron substituidas, desde 1234 (Aragón), 1247 (Valencia) y 1256 (Barcelona), por el dinero ternal (de ley de 3 dineros, es decir, piezas de 1/4 de plata).
Estas oscilaciones en el contenido en plata de las monedas seguramente responden, por un lado, a una demanda creciente de numerario por parte de una economía en crecimiento, que quizá todavía no disponía de las necesarias fuentes de aprovisionamiento de metal fino, y, por otro, a dificultades de las finanzas reales que los monarcas intentaron resolver mediante devaluaciones. Para conseguir que el monarca renunciara a este uso de la regalía de la moneda, es decir, la acuñación de piezas devaluadas, los estamentos de Aragón, Valencia (1266) y Mallorca (1300) pactaron entonces con la monarquía el pago de un impuesto compensatorio (monedaje, maravedí o morabetín) y, en Cataluña, un rescate de la moneda que dio a la ciudad de Barcelona el control de las acuñaciones (1257). Desde entonces, y durante toda la Baja Edad Media, aunque con aspectos formales distintos (efigies y leyendas), y denominaciones diversas (dinero jaqués de Aragón, dinero de tern de Cataluña y rol o real de Valencia), en todos los países de la Corona circuló una misma moneda ternal de idéntico valor. Era como una constatación, a nivel monetario, de las interrelaciones comerciales entre los países de la Corona.

La moneda ternal servía, por tanto, para el comercio interior, pero la segunda mitad del siglo XIII, con la creciente inserción de la Corona en los circuitos del gran comercio internacional, se hizo necesaria la acuñación de una buena moneda para el comercio exterior. Fue el croat, una moneda de plata, equivalente a un sueldo de 12 dineros ternales, ley de 11,5 dineros de plata y talla de 72 piezas por marco (piezas de 3,23-3,10 g.), que se acuñó en Barcelona desde 1285 e inmediatamente fue imitada en Mallorca, Valencia y Cerdeña (real de plata), pero no en Aragón. Las acuñaciones barcelonesas de croats se hicieron siempre bajo el control de los consejeros de la ciudad, y la nueva moneda se convirtió en instrumento del gran comercio barcelonés.

Las acuñaciones de monedas de oro en territorio catalanoaragonés se iniciaron en 1310 y 1342, por parte de Jaime II y Jaime III de Mallorca, que acuñaron reales y florines de oro en su ceca de Perpiñán. Cuando el rey de Aragón Pedro el Ceremonioso reincorporó Mallorca a la Corona, quizá simplemente por razones de prestigio, decidió también acuñar, en la ceca de Perpiñán, su propia moneda de oro, el florín de oro de Aragón (1346), que sería de curso legal en todos sus reinos, y que representaba la entrada de la Corona en el área de las grandes monedas de oro occidentales (el florín de Florencia, el ducado veneciano). Acuñaron florines las cecas de Perpiñán, Barcelona, Valencia y Mallorca, y, aunque el florín perdió valor intrínseco en sucesivas emisiones (1346, 1352, 1363 y 1365), penetró fuertemente en Navarra y Castilla, pero no en Francia. De una ley originaria de 23,75 quilates (98,95 por ciento de oro), las nuevas piezas descendieron a 22, 20 y 18 quilates (75 por ciento de oro), donde se estabilizaron, y siempre mantuvieron la talla de 68 piezas el-marco, es decir, piezas de 3,48 gramos.

A finales del siglo XIV y durante el siglo XV se acuñaron otras monedas de oro de menor importancia: timbres de oro en Perpiñán (1394), reales de oro en Valencia (1426), pacíficos en Barcelona (1465) y ducados de oro o ducados juanistas en Zaragoza y Valencia.

Simplificando, se podría decir que el croat de plata fue la moneda símbolo de la prosperidad catalana de finales del siglo XIII y la primera mitad del XIV, mientras que, paradójicamente, el florín de oro encarna el período de las dificultades y la crisis, al menos para Cataluña.